sábado, junio 30, 2012

La cocina de Babel


Jonathan Benaim estudiará Derecho y proseguirá  aprehendiendo teatro. Exuda vida (bachiller a los 18 años) y curiosa inteligencia que le piden más y más cada día con sus noches.  Asegurado a una silla de ruedas -está afectado por incapacidad motora generalizada y su brazo izquierdo es una especie de mágico periscopio que le muestra o lo contacta con todo lo que hay- ahora participa activamente con El Nuevo Grupo de Teatro de Hebraica, en el XX Festival Interclubes, el cual presenta el espectáculo Babel.
Se trata de una valleinclanesca versión de La Cocina de Arnold Wesker (Londres, 1932), lograda eclécticamente por el director Johnny Gavlovski (Caracas,1959) y sus 17 intérpretes, además de los profesionales soportes de Gerónimo Reyes (iluminador), Andrés Vásquez (productor), Jaques Broquet (coreógrafo), Harold Vargas y Paul Fuenmayor (músicos), Oscar Briceño y  Rodolfo Tellería (escenógrafos) y Nicole Rodríguez y Carolina Isráel Gavlovski (vocalistas).Notable producción artística que desborda no solo calidad sino trabajo y buen gusto. ¡Y muy comprometida con su comunidad!
Los movimientos de la zurda de Benaim- y su batuta invisible cual si fuese director de escena-, además de sus intervenciones, imponen una especial lectura de los espectadores ante aquella Babel. Esa infernal pieza coral donde sus numerosos personajes  hacen sus tareas o sus oficios en la monumental cocina del restaurante Babel, pero sin olvidarse de sus frustraciones al tiempo que sacrifican amistades, amores y enemistades, las cuales son olvidadas con la misma rapidez como fueron creadas, y sin considerar para nada al vecino o al compañero; porque, como dice Wesker,  es otra muestra más de la cruel hipocresía social en que viven esos seres y sin duda alguna la sociedad de donde proceden.
Montaje para reflexión que Gavlovski se atrevió a crear en función del elenco y porque quería que Jonathan participara como  Claudio, el recepcionista o quien despacha los pedidos o un cocinero más de aquel averno, porque sus padres también laboran ahí y necesitan que aprenda los oficios y sea útil e independiente.
Hay que recordar que para la temporada de 1991, el Taller Nacional de Teatro (la escuelita de Rajatabla) graduó su promoción con la versión que Aníbal Grunn hizo de La Cocina (1957) y mostró en la sala María Teresa Castillo, ya desaparecida. Ahora, en este 2012, otros cómicos, con Jonathan a la cabeza, hacen sus performances y alertan sobre la deshumanización del colectivo, la aguda pérdida de la religiosidad y el incumplimiento e ignorancia de los universales Derechos Humanos, versión contemporánea, digo yo, del Decálogo que recibió el patriarca Moisés hace unos cuantos siglos.
El espectáculo conmueve de principio a fin por los dramas de los personajes y porque parecieran estar condenados de antemano a sus desgracias, aunque algunos pueden salvarse de esa infernal cocina, como lo intenta Claudio, el más inocente de todos y a quien el destino exige más habilidad e inteligencia.
Ojala que El Nuevo Grupo de la Hebraica pueda hacer una temporada corta, por las naturales obligaciones profesionales de sus integrantes, de su Babel, un espectáculo que merece ser mas visto por la comunidad y discutido, sin olvidar, jamás, que mientras Shakespeare consideraba al  mundo como un escenario, para Wesker, de origen judío, el mundo es una cocina: donde los hombres van y vienen y no pueden quedarse el tiempo suficiente para comprenderse, y donde las amistades, amores y enemistades se olvidan tan pronto como se realizan.
No detenemos en dejar constancia de la entrega del elenco que, además del juvenil Jonathan, hizo posible esa cocina tan criolla y ellos son: Abraham Jalfón, Jacques Biggio, Etty Mizrahi, Helene Russo, Simón Lustgarten, Gloria Noel, Alegría Benzaquén, Morella Lustgarten, Emma Schwartz, Jovy Grumberg, Sarah Bimblich, Nissim Cojocaru, Sasha Bograd, George Rotkert, Nicole Rodríguez y Carolina Israel.
DIRECTOR VERSIONISTA
No le fue fácil versionar y adaptar  a su elenco La cocina weskeriana, pero Johnny (hijo menor del polaco Arturo Gavloski y la moldava Ina Epelboim), psicoanalista y psicólogo clínico, reconoce que ha logrado conjugar el arte teatral con la ciencia que estudia las conductas humanas, porque así se lo propuso desde un principio. “Haberlo logrado es uno de mis mayores logros, fue siempre una meta de vida. La psicología y el teatro sé retroalimentan. No es una o el otro. Van de la mano. Eso fue lo que siempre quise lograr. Y lo disfruto porque en estos momentos el teatro es parte del aire que respiro. Es una de mis maneras de sentirme vivo, pero, aclaro, no vivo del teatro. Hasta ahora he escrito  más de 20 piezas, 15 han sido escenificadas y seis fueron galardoneadas”.
Y a todos los que hacen teatro, especialmente el de los festivales  interclubes, les recuerdo esta sabia sentencia latina: carpe diem; para que no olviden vivir bien, con toda intensidad, el momento, el día a día, porque no se sabe cómo llegará el amanecer o cómo será lo que se prepare en la cocina de mañana.
Fotos cortesía  I. Adler

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